jueves, 6 de noviembre de 2014

El viejo Fuerte de Río Cuarto controlaba el aguardiente.

Ya an­tes de 1740 existía so­bre el río Cuar­to un “fuer­te”, cu­yo ob­je­ti­vo era dar se­gu­ri­dad a las tro­pas de ca­rre­tas y arreos de mu­las que tras­la­da­ban las mer­ca­de­rías des­de Bue­nos Ai­res a Men­do­za. Es­te era un re­co­rri­do de unas 200 le­guas, que exi­gía atra­ve­sar nue­ve ríos y en­fren­tar­se con cen­te­na­res de pe­li­gros y li­mi­ta­cio­nes, po­ten­cia­das por­que en va­rias par­tes de es­ta  tra­ve­sía por las pam­pas es­ca­sea­ba el agua.

Ese año el go­ber­na­dor de Cór­do­ba del Tu­cu­mán re­sol­vió gra­var el aguar­dien­te en trán­si­to con un im­pues­to muy sig­ni­fi­ca­ti­vo que se co­bra­ba en la “guar­dia de Río Cuar­to”, lo que ori­gi­nó un gra­ve pro­ble­ma. Un in­for­me del Ca­bil­do de Men­do­za de­ta­lla lo si­guien­te: “Los guar­dias le quitan el dinero a los tro­pe­ros y bo­ti­jas de aguar­dien­te y  exis­te un ac­ta en que se de­nun­cia el des­po­jo que le hi­cie­ron al ca­rre­ro don Pe­dro Sán­chez en don­de le qui­tan los pla­tos de pla­ta, cu­cha­ras, ma­te, pie y bom­bi­lla, pon­chos, fre­nos y avíos”.

Hay mu­chos epi­so­dios do­cu­men­ta­dos  de es­ta na­tu­ra­le­za, y se no­ta que eran ha­bi­tua­les en la Guar­dia del Fuer­te de Río Cuar­to. Tan­to es así que el do­cu­men­to de­ta­lla que los guar­dias de Río Cuar­to obli­ga­ban a los ca­rre­ros a rea­li­zar pa­gos ile­ga­les pa­ra de­jar­los pa­sar, ca­so con­tra­rio no con­ti­nua­ban ha­cia Bue­nos Ai­res.
No era el úni­co pro­ble­ma. Es­tas ca­rre­tas trans­por­ta­ban vi­no y aguar­dien­te, pe­ro so­lo es­te úl­ti­mo es­ta­ba gra­va­do; por lo tan­to la guar­dia exi­gía que se des­ta­pa­ran las bo­ti­jas  (pa­sa­ban unas ocho mil al año), pa­ra com­pro­bar cuál era su car­ga, da­do que siem­pre de­cla­ra­ban vi­no.

Pe­ro el ta­pa­do de las bo­ti­jas, rea­li­za­do con ye­so tra­ta­do, lo efec­tua­ban ex­clu­si­va­men­te en las vi­ñas de ori­gen en Men­do­za con pro­ce­di­mien­tos es­pe­cia­les. Una vez ro­to el ta­pa­do ori­gi­nal, el pro­duc­to que­da­ba adul­te­ra­do y con­ti­nua­ba via­je en ma­las con­di­cio­nes. In­ten­sas fue­ron las ges­tio­nes que se rea­li­za­ron por par­te de los pro­duc­to­res cu­ya­nos por el des­ta­pe de las bo­ti­jas en la Guar­dia de Río Cuar­to, in­clu­so en­via­ron un re­pre­sen­tan­te al Vi­rrey del Pe­rú so­li­ci­tan­do que sus­pen­die­ra es­te im­pues­to y de­nun­cia­ra los atro­pe­llos en los con­tro­les del ca­mi­no.

Por aque­llos años eran mu­chas las ca­ra­va­nas de ca­rre­tas que atra­ve­sa­ban las pam­pas al sur del fuer­te de Río Cuar­to pa­ra evi­tar es­tos con­tro­les y sus so­bor­nos, pe­ro es­to sig­ni­fi­ca­ba el ries­go tre­men­do de ex­po­ner­se en te­rri­to­rio in­dí­ge­na. Ade­más la guar­dia los per­se­guía, y al de­te­ner­los les con­fis­ca­ban la mer­ca­de­ría y los lle­va­ban pre­sos a Cór­do­ba, da­do que con­tro­la­ban el ca­mi­no y una am­plia re­gión. En es­te ca­so la guar­dia re­sul­ta­ba más efec­ti­va pa­ra “atra­par ca­rre­ros” que pa­ra pro­te­ger­los de los in­dios. Ocu­rría que era mu­cho el di­ne­ro que se ma­ne­ja­ba. Ade­más el ca­rre­ro de­bía traer di­ne­ro con­tan­te y so­nan­te pa­ra pa­gar el im­pues­to y so­bor­nar a los guar­dias.

Fue don Her­me­ne­gil­do Qui­ro­ga, un tro­pe­ro can­sa­do de los mal­tra­tos y los so­bor­nos exi­gi­dos por la guar­dia de Río Cuar­to, quien con su tro­pa de ca­rre­tas y dos­cien­tas mu­las des­vió el ca­mi­no pa­ra elu­dir el fuer­te de Río Cuar­to, y fue muer­to por los in­dios jun­to a sus peo­nes. No fue el úni­co y la­men­ta­ble ca­so.
En de­fi­ni­ti­va, la au­to­ri­dad no obra­ba con de­cen­cia ni con jus­ti­cia, to­do se mo­vía al com­pás de lo que se po­día “re­cau­dar”. Pa­sar ca­si siem­pre sig­ni­fi­ca­ba pa­gar no so­la­men­te el im­pues­to, si­no también la coi­ma, y de­jar va­rias bo­ti­jas de li­cor que se re­par­tían los hom­bres del fuer­te.

Otro de los gra­ves pro­ble­mas de los ca­rre­ros era po­der ma­ne­jar su per­so­nal en esa lar­ga tra­yec­to­ria. Mu­chos de los hom­bres se has­tia­ban de tan du­ro tra­ba­jo y tra­ta­ban de ro­bar be­bi­da, por lo que to­ma­ban una bo­ti­ja ya abier­ta por la guar­dia de con­trol y sa­ca­ban par­te del con­te­ni­do pa­ra lue­go lle­nar­lo con agua.

Y si en la ca­rre­ta  no había bo­ti­jas abier­tas por la guar­dia del fuer­te, al­gún arrie­ro en­vi­cia­do y há­bil, con un hue­so de ani­mal muy bien pre­pa­ra­do, afi­la­do pa­ra usar­lo a ma­ne­ra de bro­ca, agu­je­rea­ba el cen­tro del ta­pón, y lue­go con un ca­nu­to de plan­ta sil­ves­tre im­pro­vi­sa­ba una bom­bi­lla pa­ra ex­traer aguar­dien­te. Al fi­nal ce­rra­ban el agu­je­ro con una es­pe­cie de pas­ta que ela­bo­ra­ban hu­me­de­cien­do gua­no se­co de le­chu­za y ce­ni­za.

De es­te mo­do a sim­ple vis­ta no se no­ta­ba que la ta­pa ha­bía si­do per­fo­ra­da, pe­ro cuan­do, al fi­nal del re­co­rri­do, quien re­ci­bía la mer­ca­de­ría con­tro­la­ba ca­da ta­pa con una ales­na, en se­gui­da lo de­tec­ta­ba y la re­cha­za­ba por adul­te­ra­da. El ca­rre­ro pa­trón ad­ver­tía las  si­tua­cio­nes de ro­bo cuan­do veía arrie­ros con con­duc­ta de ebrie­dad, lo que no de­ja­ba de ser un gra­ve pro­ble­ma por las pér­di­das y con­flic­tos que oca­sio­na­ba es­tas si­tua­cio­nes.

Tran­si­tar aque­llos vie­jos ca­mi­nos de ca­rre­tas fue to­da una gran epo­pe­ya lle­na de sa­cri­fi­cios y con un al­to ries­go de pér­di­da de vi­das hu­ma­nas. La im­por­tan­cia al­can­za­da por la ca­rre­ta y el tro­pe­ro fue fun­da­men­tal; es lo que per­mi­tió de­sa­rro­llar la eco­no­mía de la co­lo­nia y el pro­gre­so de las re­gio­nes. Era im­po­si­ble pen­sar en otro me­dio de trans­por­te que no fue­sen las tro­pas de ca­rre­tas cru­zan­do el de­sier­to y los arreos de mu­las car­ga­das con mer­ca­de­ría.

Río Cuar­to ju­gó un pa­pel fun­da­men­tal en ese trá­fi­co y en el ca­mi­no por­que fue el lu­gar don­de se asen­tó el cen­tro de con­trol de una mer­ca­de­ría tan es­pe­cí­fi­ca y co­di­cia­da.

En­te­ra­do el Vi­rrey del Pe­rú de las ano­ma­lías de los con­tro­les so­bre el Río Cuar­to, los pro­ble­mas de es­te vie­jo fuer­te fue­ron su­pe­ra­dos y en el año 1745 es crea­do un nue­vo re­gis­tro adua­ne­ro en “San Jo­sé”, al fren­te del pue­blo de San Ber­nar­do. Ahí fun­cio­nó  la ofi­ci­na de con­trol de im­pues­to de si­sa a la yer­ba del Pa­ra­guay y a otras mer­ca­de­rías, pe­ro en es­te ca­so bri­lló por el efi­cien­te de­sem­pe­ño ba­jo el con­trol  del Maes­tre de Cam­po don Vi­cen­te Fu­nes, el abue­lo del Deán Gre­go­rio Fu­nes, quien tan­to se des­ta­ca­ría años des­pués en tiem­pos de la de­cla­ra­ción de la In­de­pen­den­cia. Vi­cen­te Fu­nes se de­sem­pe­ñó a car­go de di­cha ofi­ci­na has­ta su muer­te, y sus res­tos mor­ta­les que­da­ron se­pul­ta­dos en el ce­men­te­rio de San Ber­nar­do.


Walter Bonetto
6 de noviembre de 2014
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sábado, 1 de noviembre de 2014

Ataques indiscriminados en contra de nuestro río

Realmente causa  angustia y preocupación ver como nuestras propias autoridades  abusando  de los poderes que el pueblo le confiere obran en contra del cauce del rio de nuestra ciudad  o permiten obrar  en depredación de una fuente natural  que realmente deben respetar y cuidar con dedicación, cosa que no hacen.

Es lamentable  el mal ejemplo de nuestros  gobernantes  que inconcebiblemente  terminan arrebatando el derecho constitucional de los ciudadanos sin importarles en gran medida el bien común ni cuidar con dedicación nuestro medio ambiente.

Cuidar el río no es solamente hacerle parques en algunos sectores, es algo más profundo, es trabajar con “objetivos permanentes” para que su cuenca y su curso de agua estén preservados.  El río debe ser respetado, no se puede obrar con tanta  imprudencia y falta de sentido común  como burlándose de la ciudadanía, extrayendo  toneladas de arenas  sobre un lugar que es una playa, que la sociedad usa constantemente en las temporadas de verano y que debe estar siempre cuidada y protegida.

 La degradación de nuestro río se observa a simple vista dado que antes teníamos un lecho cubierto de arena en todos los sectores, en cambio   hoy  se encuentra barro  por la extracción indiscriminada de áridos. La sociedad entiende claramente  que nuestro curso de agua permite extracción de arena, lo que no permite: es la extracción indiscriminada  como se viene realizando en la actualidad.  Algo no anda bien, algo esta funcionado mal, además existen sobre el tema  declaraciones de funcionarios que no se muestran en absoluto a la altura de las circunstancias e irritan a la ciudadanía, pero parecen que no se percatan de esta situación.
La limpieza del río en muchos de  los sectores es calamitosa y deplorable,  lo que se puede apreciar claramente recorriendo sus costas o también lo que mostró la televisión local cantidades de elementos extraños, basurales en muchos casos con animales muertos que no se han removido. Por otro lado y sobre este tema se observa la riña política entre ciudad y provincia la cual  es lamentable y degradante, demostrando una falta de grandeza de nuestros dirigentes que no se dedican en resolver el problema sino en querer justificar su accionar, que en muchos casos es injustificable.  Si bien hay funcionarios que manifiestan que al rio se lo limpió, es necesario que entiendan que lo que hicieron no alcanza, o está mal hecho,  porque lo que  se observa en sus cauces es preocupante, muy preocupante.

También nuestro gobierno municipal tendría que tomar medidas urgentes para no permitir el arrojar basuras al río y sancionar contundentemente a quienes lo hacen,  pero esto parece que nadie lo controla y entonces los resultados están a la vista. Con el tema del río la ciudad de Río Cuarto demuestra  estar castigada, pero  a este extraordinario recurso natural de vida  que debemos cuidar entre todos lo estamos destruyendo a pasos agigantados sin importarnos lo valioso que sería  contar con un curso de agua limpia para nosotros y para las generaciones venideras y así es que no se entiende por qué tanta irresponsabilidad. Es inaudito e inaceptable  que ocurra esta lamentable situación.

La Comisión Amigos de Río Cuarto junto con otras instituciones de la ciudad  vienen trabajando desde hace más de tres meses  sobre este tema, pidió ante el Concejo Deliberante  la Banca del Ciudadano;  pidiendo que el tema del río sea declarado un objetivo permanente del estado municipal, todo esto   con el propósito de contribuir en lograr que se tome conciencia para preservar esta valiosa fuente hídrica que debemos cuidar entre todos. Así fue que se inició una campaña de juntas de firmas en donde se reunieron más de siete mil;  trabajando  en este programa se observa la gran preocupación de la gente de la ciudad y la región quienes manifiestan  constantemente el reclamo por  la extracción indiscriminada de áridos  sobre el curso del río, lo ven como un grabe y descontrolado problema, encontrándose muchas personas indignadas por las actitudes invasoras de quienes manejan esa extracción, la cual se convierte en una provocación a la buena fe de la ciudad, pero  parece que las autoridades provinciales a este problema que reclama la gente, no lo conocen o no lo  quieren ver.  Así podemos llegar a la conclusión  que este es un tema que no les preocupa a nuestras autoridades, al contrario, extraer arena de este modo es el “método aprobado” sin importarle en absoluto lo que piense el ciudadano. Entonces es así que nos debemos preguntar  ¿No es esto un atropello?  Y si lo es ¿Por qué?

Por estos días todos los riocuartense debemos llamarnos a la conciencia y exigirle a nuestros gobernantes  un adecuado respeto sobre este delicado tema; no debemos ser víctimas de ningún  atropello sobre el manejo de nuestros recursos naturales. Son muchas las instituciones públicas y privadas que deben unirse y luchar por este respeto a la vida de nuestro curso de agua y saber que esta fuente natural no puede ser manoseada de esta manera  porque es atentar en contra del futuro.  Río cuarto debe trabajar  para lograr este objetivo como debe trabajar con gran esfuerzo para lograr una planta de tratamiento para sus efluentes cloacales y no seguir arrojando al río sus desechos sin tratamiento.

Todo debe ser una lucha basada en el respeto y en objetivos claros. Los gobernantes se deben poner de acuerdo y trabajar para el bien común. No puede ser el río un tema político, debe ser un objetivo riocuartense  que una a todos los ciudadano y a las instituciones sin distinción de banderías,  ¿seremos capaces de demostrar esta grandeza? Es un gran desafío que los tiempos actuales nos exigen que asumamos, todos podemos hacer algo,  ayudemos entre todos a construirlo,  no degrademos mas nuestro valioso curso de agua; no saquemos más arenas de manera indiscriminada de nuestro lecho del río porque como lo están haciendo aparenta ser una  depredación.


Walter Bonetto
1 de noviembre de 2014
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