jueves, 29 de enero de 2015

Entrevista al Maestro HECTOR OTEGUI

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Walter Bonetto
Fecha: Martes 20 de enero de 2015

Personaje entrevistado: Héctor Otegui
                      
Fecha nacimiento:  13 de mayo de 1920, Pergamino   Pcia. de Buenos Aires

1940  ingresa como alumno al taller del reconocido maestro riocuartense don  LIBERO PIERINI, compenetrándose en los secretos de la escultura y sus distintas pátinas y en los conocimientos de la restauración de obras de arte.

1958 Su maestro y amigo Libero Pierini, le hace rendir  examen en la ciudad de  Córdoba, aprobado el mismo logra el cargo de maestro de dibujo y pintura en la escuela de Bellas Artes de Río Cuarto. Da  clases en horarios nocturnos, mientras que  durante el día esculpe.

1974 Galardonado con la orden del “Clavo de Plata” por la Asociación Riocuartense y orden de la “Bisagra” por el grupo Corralense,

1974 El  Automóvil Club Argentino,le otorga el segundo premio  selección 1974, en Alta Gracia.

1976 la Galería “Sondan Arte” expone tres obras de Héctor Otegui en la muestra denominada “Grandes Maestros Argentinos”.

1993  La Caja de Jubilaciones de la Provincia de Córdoba  le entrega el premio  “Maestro Jubilado del Año”

1999  El Foro de Entidades Profesionales del Sur de la Provincia de Córdoba lo nombra “CIUDADANO SOLIDARIO”.

2000 es nombrado “CIUDADANO ILUSTRE” por el Concejo Deliberante de la ciudad de Río Cuarto.

2012  Premio Cámara Diputados de la Nación  “Mayores Notables”

2014  Recibe el título de “Doctor Honoris Causa” de la de la Universidad Nacional de Río Cuarto.




Desarrollo: 

Señor Otegui: ¿Cómo le debo  decir,  Maestro o Doctor?
—No, no, no quiero que me digan doctor. Yo no me esperaba una cosa así, fue para mí muy emotiva.

Bueno pero usted recibió un doctorado en la Universidad nacional de Río Cuarto.
Si, si…agradezco mucho a la universidad  y sé que se lo han dado a otras personas también. Yo en mi caso no tuve universidad, en mis tiempos no era fácil.
Usted sabe  que cuando yo nací me pusieron un chupete que trajeron los ingleses que era muy grande y eso a mí me levantó  el paladar de tal forma  que  me afectó los oídos,  por eso que siempre fui medio sordo, esto me trajo problemas en la escuela porque no oía bien a mi maestra,  entonces iba a las casas de mis compañeros y  estos me ayudaban, así entendía,  yo fui muy perseverante. Aprendí mucho al observar a las personas por el movimiento de los labios… pude haber sido un buen detective.

¿Entiendo que usted vino a esta ciudad cuando tenía dos años. Qué se acuerda de su niñez de Río Cuarto?

Mi niñez fue muy hermosa, me acuerdo que Río Cuarto tenía muchas calles sin veredas, eran simples caminitos, había muchos ranchos, me acuerdo que en boulevard estaba la farmacia “El Águila”.

¿Volvió a su pueblo natal?
Sí, yo era de Pergamino, y fui de joven muchas veces a visitar parientes, allá íbamos con mis primos a la pileta de natación y en una oportunidad pude tomar  un curso de salvamento el cual me sirvió mucho porque lo use en unas ocasiones en donde salve a mi suegra y a una sobrina  de que no se ahogaran.

¿Cómo se inicia en el arte?
En sexto grado  armé una caja de pintura  y las maestras me hacían pintar el cabildo, a mí me encantaba y así comencé hacer mis trabajos. Después me animé  y salí a la calle que eran de tierra y pintaba lo que me gustaba. Muchos chicos por curiosidad se acercaban para ver lo que yo hacía y  me siguieron  porque le llamaban la atención lo que pintaba, hasta que al final les propuse invitarlos a los más inquietos para que pintaran. Yo era amigo del dueño de  la papelera Menegatti y la gente de ahí  me daban el  papel  para que pintáramos; también un almacenero amigo me daba  papel y un pizarrón, usábamos cartones  y pintábamos  con entusiasmo. Yo vivía en la calle Lavalle 1552, en la calle Humberto Primo había un almacén de un portugués, un hombre joven y muy bueno, me vio con tantos chicos que me seguían en la pintura  por la calle, entonces me ofreció  un espacio de un deposito grande que tenía y ahí  me armó un pizarrón inmenso  y me dijo “aquí tenés una escuela”,  en ese lugar trabajamos mucho tiempo.

 Yo como había sido mensajero tenía vínculo con la gente del correo  y también ahí conseguía buen papel recuperado  que los chicos usaban  para sus dibujos y pinturas. Siempre me mantuve enseñando  y  veía el entusiasmo de los chicos, eso me daba impulso,  aprendía cada día, después empecé con gente mayor. Por esos tiempos en la ciudad había pintores, un grupo que estaba integrado por Filloy, Bustamante, Arregui Cano, también había dos damas, las Duculi, que pintaban también, pero en cierto modo era un grupo que trabajaban para sí, no eran demasiado abiertos; el camino mío fue salir a la calle.

¿Quién fue su maestro en la pintura?  
   Bueno, usted sabe que yo en pintura no tuve maestros, fui un gran observador, un autodidacta muy exigente y por sobre todo muy perseverante;  yo observaba mucho a otros pintores, los analizaba  y luego hacía lo mío. Estudié por correspondencia en la Escuela SIER de Buenos Aires, eso me facilitó la teoría de la pintura  que la complementaba con la constante práctica. También estudié  mucha escultura  y uno de mis maestros fue Rubén Infante, que lo vi modelar  y yo me llenaba de asombro y entusiasmo. La labor de ese hombre me llenó de inquietudes  para aprender ese arte que me resultaba tan fantástico. Pero también debo decir que mi gran maestro fue don  Libero Pierini, con él aprendí  mucho y trabajé tanto junto a él,  que logré encontrar su gran sabiduría de artista que tenía y demostraba, porque las obras de Libero, eran destacadas. Además como persona era un ser maravilloso, tengo muy buenos recuerdos. Usted sabe que yo en una oportunidad le hice una cabeza, representando su figura, cuando la vio quedó tan sorprendido y contento de mi trabajo que siempre me lo agradeció. Fue un gran maestro que tuvo esta ciudad, todo un orgullo.
También le quiero decir que muchas prácticas de mis esculturas las hacía en las barrancas del río. Hay partes de nuestro río muy cavadas por la creciente y quedaron barrancas verticales, entonces los que hacíamos esculturas usábamos esos rastros de la naturaleza para trabajar y aprender.  

¿Cómo se inspiraba para pintar?
Yo salía en la bicicleta y me recorría todo Río Cuarto, completo, me entusiasmaba  con el Río Cuarto pobre,  de casitas pobres, de ranchos, elegía un lugar,  entonces al otro día pensaba pintarlo,  pero muchas veces ocurría que al otro día llovía y entonces pintaba la lluvia sobre el vidrio del ventanal y el agua sobre los árboles, todo servía para inspirarme. También mucha gente me llamaba para que le dibujara y pintara la casa haciéndole un cuadro.Hice tantos cuadros.

¿Cuándo fue usted por primera vez a una exposición a presentar sus cuadros?
Bueno aquí en Río Cuarto había concurrido a unas  muestras que organizó el doctor Andres Moreau, junto  con Arregui Cano y otros. Pero en una oportunidad   fui invitado Rosario, eso fue  1964,  allá  había una gran muestra en la Galería Roo, de pintores europeos y argentinos,  era la primera vez que iba;  un español muy distinguido   que estaba en  la muestra  vio en detalle  lo que yo  llevaba para presentar,  y me dijo con firmeza: “esto se venderá esta noche”,  yo me pegué un susto, había hablado con mi esposa antes de salir de casa y le comenté  que sería una suerte si vendía dos cuadros para pagar los gastos. El español  contempló en detalle mis cuadros, que era nada menos que el Director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, el maestro Julio Moisés,  al final  lo llamó al marchan y le pidió que me llevara al teléfono y hablara  con un diario de Río Cuarto  para que anunciaran que Otegui había vendido todos  sus cuadros. Yo no entendía nada,  porque la muestra aún no se había presentado. Fue para mí algo muy exitoso y además este hombre,  me asignó una beca  para que fuera a Madrid.

Con la beca que me habían otorgado yo fui a Europa en el año 1967,  a pesar que tenía la beca otorgada en 1964; lo que ocurre que a mí me costaba mucho salir. Bueno,  allá me ocurrió un episodio: estaba con doce profesores y el maestro en la Real Academia  don Julio Moises cuando me presentó ante aquellos artistas, él dijo: “bueno acá Héctor no  ha podido traer cuadros de Argentina, pero voy a mostrar fotografías de cuadros de él, y mostró una fotografía en que había pintado tres caballos, yo estoy fotografiado a lado de ellos. Uno de los profesores me preguntó: “en cuantos días  había pintado ese cuadro”,  yo le respondí:  no, no, días no…, yo lo pinté entre dos y tres horas. Se produjo un silencio y nadie me contestó una palabra  y la fotografía con mi cuadro pasó de mano en mano pero todos me hicieron un vacío terrible y nadie me habló más.

¿Fue un momento muy duro?
Pero claro que sí. El maestro Julio Moisés, mientras me llevaba cada día  a ese lugar que se llamaba  el Cazón de Madrid;  me hablaba de los condes, de los monumentos, de  la historia,   y de las figuras del Prado, todo muy amable,  pero a la vuelta de aquel encuentro con los profesores salió con su bastoncito delante mío y no me hablaba de nada. Al final cuando estuvimos en su casa me dijo en tono  firme y de reproche: “espero que sea cierto lo que has dicho, porque ustedes los americanos son unos exagerados”. No le contesté nada porque lo note muy molesto.

Yo creo que a veces todos somos algo mentirosos, cuantas le decimos a una mujer que es hermosa y realmente no es tan hermosa,  a veces solemos utilizar la mentira para quedar bien,  a mí quizás  me pasó eso con el cuadro, pero era verdad  que yo lo había pintado muy rápido y esto le cayó mal a los españoles, por eso el vacío. El viejito, mi maestro, pasaba cada mañana para ir a su estudio, pero a mí me ignoraba,  no me saludaba.

Yo estaba en un aula taller estudiando restauración, pasaron más de quince días en esta incómoda situación que me ignoraban. Una mañana para mi bien, ocurrió algo distinto,  me dijeron que iríamos a pintar en las estribaciones de una sierra de Guadarrama cerca de Madrid,  yo contento, tomé mi cajoncito, pero el maestro me observo con mi equipo,  habló y me dijo que no que era  precario, se notaba que no le gustó,  entonces me dieron un cajón que tenían ellos que era completo y me dijeron  que en su interior estaba todo lo que precisaba para pintar. Al llegar al lugar yo elegí la escena,   los profesores se pusieron como cincuenta metros detrás de mí, cuando abrí la caja me di cuenta que no tenía pinceles a mi estilo,  eran todos muy finitos, además estaba preocupado porque sabía que detrás mío tenía a los mejores pintores del mundo, y precisaba pinceles a mi estilo. Al ver mi problema el hijo de mi maestro, que a su vez era también mi maestro de restauración, me llevó nuevamente  al Cazón de Madrid donde se restauraba y ahí logre pinceles adecuados, entonces acondicioné los mismos y  con eso me puse a pintar un sendero que tenía al frente,  eran unas parvas de pasto en forma de embudo, una más verde, otra más seca y al fondo una iglesia gótica isabelina, un panorama muy bonito. Yo pinté, pinté, pinté y estaba muy concentrado en mi trabajo; en un momento me di vuelta  y encontré que todos los maestros me observaban con mucha admiración,  y uno dijo: — Cómo pintas con pinceles tan ancho parecen brocha. Otro dijo: Claro este hombre es una máquina.  Pero ya al ver mi trabajo me hablaron con simpatía y reconocimiento  y me dejaron de hacer vacío,  porque se dieron cuenta que lo que le había dicho de los caballos  no era tan irreal.

 Pasaron los días y debía asistir a la gran ceremonia de exposición de la academia, faltaban unas horas para la apertura. Cuando se abrió el salón, el Presidente de la Real Academia, que era mi anfitrión, don  Julio Moisés,   se presentó en aquella distinguida sala vestido con chaqué  de alta gala y lleno de condecoraciones en su pecho,  a mí me impresionó mucho  y también me causaba gracia, lo observaba con insistencia y estaba sorprendido. El hombre me dijo: veo que te brillan los ojos ¿qué estás pensando,  Héctor? Yo pensé un instante sin dejar de mirarlo,  al final le pregunté  con timidez: ¡Maestro!… ¿le puedo decir lo que pienso? Parece usted un francés y  parece a un pingüino condecorado. El hombre sintió tanta gracia por lo que le dije  que se largó a reír a carcajadas y en ese momento entra su mujer, una dama muy elegante y bien presentada que  al ver la riza de su marido,  preguntó: ¿Qué pasa, qué pasa?,   ¿sabes que me dice Héctor?… que parezco a un pingüino condecorado. Ella lo contempló unos instantes y dijo con humor: “ni más ni menos”. En realidad en aquel lugar estaban todas las personas muy bien vestidas  y con chaque, todos. Yo era el único que desentonaba, estaba de traje.

¿Usted pintó también en México?
   Sí,  pinté en Mazatlán, una muy bonita ciudad. Ahí le pinté a empresarios judíos, a ellos le gustó mucho mis pinturas y me contrataron;  después de hacerme pintar mucho, me llevaron a Chile, a Perú y al final  a la ciudad de México;  en todos lados tuve que pintar pero esa gente se portó muy bien conmigo,  me atendieron como a un Rey  y me hicieron conocer cosas tan interesante como Arequipa, Cuzco, Machu Picho y tantos lugares más.

¿Con su experiencia  de vida tan prolongada, cómo ve el país actual?
Bueno... me preocupan muchas cosas, especialmente los jóvenes. Mire me convocaron en dos escuelas hace muy poco, pero fue imposible, no pude dar mis charlas  por el revuelo de los chicos. Las maestras sentían preocupación,  las pobres se disculparon ante mí y me dijeron que no los podían calmar. Esto es algo que me preocupa, y mucho. Es que se ha perdido la disciplina y el orden,  y usted sabe que esto no es del todo bueno, porque en esos niños y jóvenes esta nuestro futuro  y a ellos les debemos enseñar respeto.

¿Actualmente  en su taller sigue enseñando?
Sí, sigo enseñando, yo toda mi vida enseñé. Por esa trayectoria de trabajar y enseñar, tengo el honor de que hicieron un museo que lleva mi nombre. Hay  más de cuarenta  personas mayores que concurren a los talleres,  y también tengo talleres de niños, a estos lo  conduce  una alumna mía, de las Escuela de Bellas Artes, la señora Rosa Chevalier de Capone,  quien también da clase en el PEAM de manera gratuita.

Aproximadamente  ¿Cuántos cuadros ha pintado?
Yo pinto todos los días  en los últimos años pinté unos 300 cuadros por por año. Antes pintaba menos  porque hacía esculturas.

¿Si naciera nuevamente,  volvería a ser pintor?
Sí,  sería  pintor  y sería también  bastante  sordo como he sido,  porque en este mundo es mejor no oír muchas cosas. Pero bueno, uno en esta vida busca ser feliz

¿Encontró usted la felicidad?
Yo siento que he sido feliz, pero la felicidad no tiene grandes periodos, a veces son momentos  y usted sabe que eso depende del entendimiento de la vida,  el hombre es un ser muy diverso; mire: días pasados salgó de mi casa,  como lo hago siempre, a caminar por mi barrio. En esta oportunidad fui un poco más lejos y pasé frente a una casita muy pobre que vive un hombre que lo conozco desde toda la vida, Jacinto,  y como lo vi afuera, entonces le pregunto: Jacinto ¿qué haces acá? …pero cómo,  ¿no te habías ido a vivir en una casita nueva  que te entregaron,  y el hombre me respondió: no don Otegui, usted sabe  que no me acostumbré al lugar , yo allá tenía que pagar la luz, los impuestos  y  eso no es para un pobre, así que se la dejé a otra persona y volví a mi rancho. Yo soy más  feliz aquí, don Otegui. Tengo mi caballo y mi carro, cuando me va bien por la mañana con las changas  vengo y  me hago un lindo asadito  y soy feliz.

 Bueno y usted sabe que conocí en Europa hombres de tanta fortuna  que eran unos infelices, vivían con grandes amarguras. También aquí en Río Cuarto tuve amigos de mucho dinero  y usted sabe que varios de ellos  no eran felices y a uno eso le llama la atención; por supuesto que no son todos los casos, pero llama la atención,  entonces hay que aprender de la vida. Es muy interesante tener dinero, pero la felicidad está en otras cosas y en las cosas sencillas de la vida, las  que a uno le alegran el corazón. El pobre Jacinto sigue siendo muy pobre  pero él es  feliz haciendo el asadito y andando en su carro…para pensar un poco… ¡Qué le parece!...  Bueno en conclusión con su pregunta. Yo nunca fui  rico, porque nunca me sobró el dinero, pero en general fui y soy feliz, y por eso estoy agradecido de todo lo que me dio la vida.  





Entrevistar al maestro Héctor Otegui es como hablar con la prudencia. Un hombre lleno de sabiduría y una humildad que impacta, conmueve y por sobre todas las cosas se observa en él la gran virtud de la  solidaridad. Posee un sentido práctico por la trascendencia, por eso enseña constantemente y constantemente da lecciones de vida casi en cada palabra que expresa. Trasmite un optimismo y es un enseñador nato, un enseñador de alma. 
Trasmite que el mundo es difícil pero comprensible a la vez, hay que verlo y vivirlo desde las cosas prácticas y desde la prudencia. El siente que es un mundo en donde hay mucho por hacer por eso enseña a los niños, a los jóvenes y a los mayores. Con su experiencia transmite que   hay que saber caminar en silencio, pero siempre observando mucho, como única manera sensata de aprender de la vida,  porque la vida debe ser aprendida  y por eso hay que saber contemplar. Pinta la vida desde las cosas simples, esas llenas de sabiduría: los árboles, la casa, la calle, el caballo, etc etc… forman su mundo encantado y con eso encanta a los demás, lo comparte, nos participa, nos entusiasma, nos da todo sin pedirnos nada. – Don Héctor  Otegui  Un Maestro, escultor, escritor, doctor… un orgullo  del  país  y un gran orgullo de Río Cuarto.
                                        
 Fue un placer entrevistarlo.  Walter Bonetto, enero de 2015




Dijo  telediario Digital: Otegui, ha expuesto en los salones más importantes del país, el Concejo Deliberante y la Galería Argentina en Buenos Aires, galerías Ross y Renonn en Rosario, en Feldman y el Salón Colón de Córdoba. Inauguró la sala de exposiciones del Hotel Dorá de Córdoba, en Mar del Plata en Caperxipi y Feldman entre otras.
Sus pinturas se encuentran expuestas en museos nacionales e importantes galerías del país y el exterior como: Salón Nacional, Museo “Quinquela Martín” en la Boca, Museo de La Calera, Museo de Río Cuarto, Museo “Genaro Pérez” de Córdoba, Museo “Juan B. Castagnino” de Rosario, Museo de Arte Moderno de Abilene (EE.UU.).
Además de sus destacadas obras en la rama de la pintura, Héctor Otegui ha realizado obras esculturales importantes como: Busto al Sr. Maino (Deheza), Escultura al encuentro “Libero Pierini” (Río Cuarto), Busto a Alejandro Rocca (Alejandro), Busto al Dr. Luís Pasteurs (Río Cuarto), Monumento al herrero (Bs. As.), Cabeza al maestro A. Franco (Posadas), Monumento al Coronel Mansilla (Río Cuarto), etc.

2 comentarios:

  1. Se ha compartido públicamente. - 15:57

    WALTER BONETTO puso afecto y generosidad para entrevistar a mi padre en la canícula de este verano del 2015 Qué voluntad!!!

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Gracias por tu comentario