sábado, 30 de mayo de 2015

Una letal amenaza para nuestro futuro

Un fantasma que  crece en nuestro país de manera amenazante y estremecedor: “la droga”;  terrible mal  que entra en todos los rincones sin ningún tipo de contemplaciones y aun las autoridades no le presentan batalla de manera contundente, pero cada día desmorona más a nuestra organización social.

Ahora se ve como la droga llega a donde antes nunca llegaba, haciéndose presente hasta en pequeñas localidades y pueblos del interior, —lo que años atrás  era impensable—  ganando  adeptos  de manera constante  y logrando que los consumidores sean mayores y  adolescentes. La droga no tiene piedad  y cubre todas las posibilidades llegando con mucha fuerza  a los jóvenes inclusive  los  de muy bajo poder adquisitivo,  a quienes le ofrece una posibilidad barata para comprometerlos en su letal dependencia,  como es el caso del “paco” (pasta base de cocaína),  donde se considera  que en el país hay más de doscientos mil adictos a esta peligrosa “droga de los pobres”, que  constantemente está en aumento su demanda.

Por distintos estudios realizados y publicados por organismos competentes  se conoce que en la actualidad son  muchos  los jóvenes que  se inician  en la droga entre las edades de los 12 a 16 años, lo que muestra una tendencia de  consumo cada vez más precoz, por lo tanto la droga en la juventud penetra y está en constante avance,  se conoce de caso de niños de hasta diez años que ya son consumidores, lo que muestra el anuncio de un panorama tétrico, peligroso  y desolador, dado el mal que le hace a la mente y al cuerpo de estos jóvenes  quienes  tienen todo el derecho de lograr una vida en plenitud, pero terminan tronchado sus esperanzas de vida digna por su fatal y comprometedora  dependencia.

Lo que debemos considerar es que la droga no viene sola, al contrario, “se las trae”; es que esta es hermana de la delincuencia y también familiar directo de la corrupción, por lo que terminan formando un conjunto nada despreciable  para la decadencia humana, salvando por supuesto que no todos los adictos son delincuentes  ni corruptos, al contrario, hay adictos que tienen conducta intachable, solamente son consumidores, mientras que hay delincuentes  que nunca se drogan;  pero en general la droga facilita el camino a la delincuencia  y estudios realizados  por entidades especializadas han demostrado  que el 60% de las personas que cometen delitos son personas drogodependientes.

Sabido es que quien se droga ineludiblemente está afectando su sistema nervioso central  con múltiples consecuencias  en su comportamiento y el manejo de sus emociones;  y sabido es también que quien contrae la adición,  luego es muy difícil abandonarla y así inicia y continúa el camino de degradar su vida de manera constante e injusta. Por lo tanto la sociedad tendría que organizarse mejor sobre este tema para advertir y ayudar  más insistentemente  a los jóvenes sobre esta verdadera desgracia y trabajar organizadamente para prevenirla.  Es posible que se haya hecho mucho, pero lo seguro es que lo que se hizo no alcanza,  estamos muy lejos de lograr resultados satisfactorios  y es posible también  que nuestras máximas autoridades estén dormidas con este tema tan peligroso.

Argentina es un país gran consumidor de drogas y su aumento de los últimos años escandaliza. En los últimos diez años el consumo de éxtasis creció un 1200%, la cocaína un 300% y la marihuana un 120%  y si bien el país fue advertido por organismos nacionales  e internacionales sobre esta terrible falencia no se observa una política de estado  que permita trazar un plan a mediano y largo plazo que atenué esta profunda debilidad nacional.

Cierto es que el problema también es internacional, pero los argentinos deberíamos cuidar más nuestra casa y nuestras generaciones de jóvenes,  porque lo podríamos hacer y no lo hacemos.  La lucha con la droga debería ser un objetivo trascendente de estado, que este vigilado por el mismo poder ejecutivo, pero realmente no lo es.

Nuestras fronteras son increíblemente permeables  y hay cientos de métodos por donde se introduce la droga desde países limítrofes, pero parece que al estado poco le interesa y así es como el veneno pasa por nuestras narices,  mata a nuestros jóvenes  sin que a los gobernante  le importe demasiado. Salvamos en este concepto a todos aquellos gendarmes, prefectos, policías y funcionarios que hasta arriesgan sus vidas para combatir  la droga, pero falta la acción contundente del estado organizado, con fronteras más vigiladas,  equipadas con mayor cantidad de personal y material, dado que en gran medida está  ausente o es indiferente y aquí se precisa eficiencia,  coordinación, organización para reducir esta amenaza tan degradante  que sufre la sociedad.

Es increíble que Argentina no pueda organizarse  para luchar ante esta realidad y si no lo hace nuestro futuro será muy incierto porque la droga esta en nuestro barrio, en las calles, en el club, en el colegio y atenta contra la vida de nuestros hijos y nietos deberíamos despertar los argentinos para que entre todos contribuyamos en salvar tantas vidas  valerosas  víctimas de las drogas la cual destroza sin contemplación  a familias enteras.

Walter Bonetto
30 de mayo de 2015
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1 comentario:

  1. Ruben Di Buccio Gracias Walter, impecable tu comentario como siempre. Simplmente una acotación o mas bien duda: tenemos las bases instaladas y paralizadas ', resta unicamente ponerlas en funcionamiento, con sus radares y formalizar la Ley de Derribo, según algunos medios, unas doscientas avionetas no identidficadas, entran y salen de nuestro país por día, algunas traen droga, otras se llevan minerales... Falta un accionar gubernamental presiso y decidido. ¿O será que también debemos suponer que este alarmante aumento en las cifras de los consumidores son parte de la ganancia de la década? . Obvio que también nuestros pasos fronterizos, aún lo que deberían ejercer un control y nunca hay nadie allí. Mucho se puede hacer siempre que se quiera. O tal vez no se haga porque algunos han decidido "negociar" este tema, sin importarles el futuro de nuestros hijos y nietos. Rubén Di Buccio.

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