jueves, 15 de diciembre de 2016

El Mono Juan Astronauta Argentino

Muy cerca, pegadito a la navidad de 1969, o sea, hace ya casi medio siglo, en el mismo año que el hombre había llegado a la luna, los argentinos lanzábamos y recuperábamos con total éxito desde nuestra Pampa de Achala, en la provincia de La Rioja, al “Mono Juan” que habíamos lanzado al espacio.

Fue toda una hazaña para los técnicos argentino realizar esa misión. El mono Juan era un simpático animalito que pesaba algo menos de 2 kilos y había nacido en la selva de Misiones, fue seleccionado para cumplir como el “primer astronauta argentino”.
Una de las premisas del grupo de científicos nacionales fue la de preservarle su vida, lo que años anteriores no ocurrió en Rusia con el lanzamiento al espacio de la “Perra Laika” que se convirtió en el primer ser vivo terrestre en orbitar la tierra a bordo de la nave soviética Sputnik 2, en noviembre de 1957, siendo Laika el primer animal que murió en órbita al formar parte de la carrera del espacio.
Los científicos argentinos dentro de su programa de construcción de vehículos nacionales para lanzar al espacio, habían desarrollado el cohete Sonda Canopus II que contaba con 4 metros de largo y podía trasladar hasta 50 kilos de carga al que se le había adaptado el habitáculo donde se instalaría este tripulante tan especial.

El equipo de trabajo tenía como principal objetivo monitorear los signos vitales de Juan en tiempos reales durante todo el vuelo y traerlo con vida a la superficie de la tierra; así fue como se conectaron varios censores al cuerpo del animal, cuya información era transmitida de manera directa al Centro de Control a través de un sistema instalado de telemetría desarrollado por técnicos argentinos especialmente para esta misión.

Según manifiesta uno de los integrantes de este proyecto, el Comodoro Ingeniero Aeronáutico Luis Cueto: “El monito dentro de su capsula de vuelo iba sedado, para mantenerlo quieto pero consciente. Estaba cubierto por un chaleco impermeable y sentado en un asiento diseñado especialmente para reducir los efectos de la aceleración sobre el cuerpo del animal, ya que lo recostaba de una manera tal que las mismas entraban de forma transversal al cuerpo. De no haberse hecho esto, la vida del mono habría corrido peligro…”
Este asiento, a su vez, estaba dentro de una cápsula llamada Amanecer que se encontraba ubicada en la punta del cohete Canopus II, que ya había realizado dos vuelos de prueba. Adicionalmente, la cápsula estaba presurizada y contaba con una reserva de oxígeno de entre 15 y 20 minutos.
También nos manifiesta el Comodoro Cueto: “No me voy a olvidar nunca cuando miré a Juan por la escotilla antes de despegar. Le daba el reflejo del sol. «¡Qué lindo si te pudiera volver a ver!», le dije”.

“Luego del lanzamiento, durante los primeros cinco minutos, el cohete alcanzó una altitud superior a los 7 km, tras lo cual se apagaron sus motores y continuó ascendiendo por inercia varios kilómetros. Para este momento, el medidor ubicado en la ojiva registraba una temperatura de 800 °C. La temperatura dentro de la cápsula nunca superó los 25 °C.
A medida que ascendía, la trayectoria del cohete trazó una parábola, ya que se trataba de un vuelo suborbital (escapaba de la atmósfera pero no entraba en órbita como un satélite). Durante su apogeo alcanzó una altura de 82 kilómetros. La estratósfera termina a los 50 km y ningún avión comercial vuela por encima de los 15 km.

Una vez alcanzado el punto de mayor altura, el motor se separó de la carga útil y cayó a tierra, mientras que el resto del cohete desplegó unos frenos aerodinámicos para mantener la estabilidad y comenzar a descender lentamente hacia la superficie. Como su nombre lo indica, estos frenos permitían reducir la velocidad (cosa necesaria antes de desplegar el paracaídas) sin perder sustentación.
El funcionamiento de dicho mecanismo es curioso y muestra la creatividad del equipo argentino. Consistía en desplegar varias aletas en la parte inferior (superior desde el punto de vista de la caída) de la carga útil formando una forma similar a los pétalos de una flor abriéndose. Este diseño, inspirado en el eucalipto, resultó muy eficiente, ya que no solo redujo la velocidad sino que eliminó la parábola, permitiendo una caída en 90 grados, ideal para que, una vez enderezado el artefacto, se desplegara un pequeño paracaídas.
Hasta ese momento, Juan seguía respirando con el oxígeno de la cápsula presurizada y los instrumentos no indicaban ninguna alteración en su salud. Una vez alcanzada una velocidad de 108 km/h a una altura de 3000 m, se abrió una escotilla y una turbina comenzó a ventilar el interior del habitáculo del mono. De esa manera, Juan volvía a respirar aire natural sin depender de la reserva de oxígeno. Inmediatamente después de esto, se desplegaron otros dos paracaídas más grandes que el primero y comenzó el suave aterrizaje.
El principal temor de los miembros de la operación era que la nave cayera en una zona con agua y que la turbina de ventilación comenzara a inundar el habitáculo. Sin embargo, esto era poco probable debido a la topografía de la zona, y el aterrizaje finalmente se produjo en la Salina La Antigua, a 60 km de Chamical”.

Una vez localizado el cohete, fue trasladado a la base de operaciones, donde fue desarmado ante la expectativa de todos. Cuando se abrió la escotilla se encontraron con Juan en perfecto estado de salud, quien miraba a todos y movía las manos muy lentamente, en parte debido a los efectos del sedante y también por el nerviosismo producto del viaje. El operario que lo había sacado alzó en sus manos el pequeño asiento, mostrando a Juan al resto de los presentes. Todo el vertiginoso viaje duró en total 15 minutos.
Luego del viaje, vivió durante más de dos años en el zoológico de la ciudad de Córdoba, siendo la principal atracción del mismo. Su historia fue relatada en el documental “Juan, el primer astronauta argentino” del señor Diego Julio Ludueña. El que fue consultado para esta nota la que destaca fundamentalmente una Argentina con un extraordinario desarrollo aeroespacial que lamentablemente no mantuvo el objetivo y perdió un potencial humano y material invalorable para la carrera del espacio.

Walter Bonetto
15-12-2016