viernes, 3 de marzo de 2017

MANSILLA EN RIO CUARTO (segunda parte)

Como ya fuera expresado en la nota anterior, Mansilla llega Río Cuarto en el año 1869 cuando la Villa contaba con 5500 habitantes y eran muchas las esperanzas de los pobladores por el temor que sentían ante las invasiones de los indios que causaban desolación y muerte. Rondaba en el ambiente que el nuevo Comandante de Frontera era un militar muy valiente y capaz, venía de la Guerra con el Paraguay y tenía fama de hombre muy culto.

El Presidente Sarmiento le había indicado que le diera el apoyo a los frailes misioneros, especialmente al padre Marcos Donati, que quería entrar en el territorio indio para evangelizar y ya había tomado contacto por carta con el cacique Mariano Rosas. Mansilla tomó de buen gusto ese pedido del presidente de la nación; cuando llega Río Cuarto, en sus primeros días fue conocer a los padres misioneros, para luego recorrer toda su jurisdicción y visitar cada fortín y cada pueblo de la región, además comienza a trabajar con gran dedicación para organizar las actividades de la comandancia y mejorar la disciplina e instrucción al personal, la cual estaba muy relajada.

Era un hombre muy dinámico contagiaba entusiasmo en sus labores y demostraba buena autoridad, generaba relaciones muy activas con las autoridades y trabajó muy significativamente para lograr un vínculo constante con los caciques de la pampa. Su objetivo era trasladar la frontera al río Quinto, conocer el territorio y las costumbres de los pueblos aborígenes, para eso comenzó convocando a los caciques a Río Cuarto, para lo cual instaló una carpa adecuada para albergarlos cerca del arroyo del bañado en donde pasaron varios días de negociaciones, en esa ocasión los indios fueron espantados por un brote de viruela que aparentemente ya traían consigo. Quedó en lugar un solo indio enfermo, los demás habían muerto y otros abandonaron el lugar, Mansilla ordenó que lo trajeran a la comandancia, pero nadie deseaba cumplir esa orden, entonces el comandante mismo fue al rescate del indio afectado y se encontró que era el capitanejo Linconao, hermano del cacique Ramon, lo tomó en sus brazos, pese a que estaba moribundo y con gran avance de la viruela por todo el rostro, lo cargó en un carro trasladándolo a la comandancia en donde le procuró intensiva atención médica y cuidado lo que logró que a los meses Linconao se mejorara y fuese repuesto. Esto le dio a Mansilla un gran ascendiente sobre los caciques que decían “ese Coronel Mansilla ser hermano nuestro, ser cristiano toro”, lo que también hablaba del valor y la solidaridad de este hombre.

El 30 de marzo de 1870, cumpliendo con su objetivo El Coronel Mansilla parte desde la Villa de la Concepción de Río Cuarto junto a los sacerdotes franciscanos Marcos Donati y Moises Álvarez, además de un reducido grupo de soldados sin armas, van hacia el corazón del territorio de los Ranqueles.
Mansilla quería entrevistarse con Mariano Rosas máximo cacique en Leubucó, dado que había algunos episodios que dañaban este posible vínculo, especialmente cuando Mansilla asumió la Comandacia le hizo degollar en la plaza un caballo blanco que le había enviado de obsequio al boticario y le envió a los toldos la cabeza del animal, entendiendo que esa acción del cacique era irrespetuosa hacia el Comandante de Frontera.
La excursión al territorio indio fue, aunque en algunos aspectos compleja, en general muy fructífera por toda la información obtenida, que el mismo Mansilla plasma en su libro describiendo realidades lacerantes sobre la relación del indio y del gobierno argentino.
Al regreso de aquella excursión que duró algo menos de veinte días tuvo que afrontar un juicio por haber ordenado el fusilamiento de un soldado desertor aparentemente sin juicio previo. Mansilla fue retirado de Río Cuarto, afrontó un concejo de guerra y fue destituido.
Por orden del Presidente de la República Domingo Faustino Sarmiento; el Coronel Mansilla es suspendido en su cargo militar, sometido a información y trasladado de Río Cuarto. Un grupo de vecinos de todo el Departamento enviaron una extensa nota al Presidente indicando los progresos en la Frontera Sur por la labor de Mansilla y solicitando que se lo ascendiera de rango por tan meritorio trabajo.
Sarmiento no dio lugar, respondiendo a los peticionantes que “no es así como funciona el ascenso en el ejército, y que el Coronel Mansilla no había hecho más que lo que el deber le imponía”. El Presidente lo destituía en virtud de que Mansilla había mandado a fusilar a un desertor sin juicio previo, y además había dado repuesta a sus superiores ante el reclamo que le efectuaron por esta actitud, de manera impertinente y con menosprecio a la autoridad del gobierno.
Mansilla fue retirado de Río Cuarto, afrontó un concejo de guerra y fue destituido como Coronel del ejército. Con los años los tiempos cambiaron y fue restituido y ascendido a General y ocupó distintos cargos de gobierno en el país y el extranjero. Murió en Francia a los 82 años cuando ya estaba en soledad dado que había muerto su esposa y sus hijos.
Un amigo argentino que lo visitó por aquellos últimos días vio al viejo general que se le derramaban las lágrimas al querer mostrarle uno de los más atesorados recuerdos de su vida cuando sacó de un cofre el poncho que le había regalado el cacique Mariano Rosas en ocasión que lo visito en Leubuco. El había notado con sus manos, porque estaba ciego, como dicha prenda había sido comida por la polilla, lo que realmente le entristeció el corazón. Mansilla se había destacado como escritor, periodista, político, diplomático y como un hombre de gran cultura y valor humanístico capaz de comprender y respetar los pueblos aborígenes, lo que fue un verdadero ejemplo.
Walter Bonetto
3-3-2017





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