viernes, 24 de marzo de 2017

SAN BERNARDO DE LAS BARRANCAS

Fue un Paraje enclavado entre la Concepción del río Cuarto y la reducción del espinillo (Reducción) sobre la margen sur del río. El cual aunque desaparecido está lleno de historia viva de nuestra región. Fue un lugar importante en donde mucha gente tanto españoles como criollos, asentaron sus esperanzas en siglos pasados. Soportó una cantidad significativas de terribles invasiones de los indios que violentaron su existencia y cegaron su futuro. A partir del año 1852 aproximadamente, murió en las pampas en el mismo lugar donde había nacido como parada de tropas de carretas que iban rumbo a Cuyo.

En esas tierras tan prometedoras y violentas a la vez quedaron los restos sepultados de varios centenares de personas en su viejo cementerio. San Bernardo un lugar de nuestra historia que merece ser recordado por su trayectoria tan sufrida y valiente.

En el año 1718 una terrible epidemia de viruela diezmo a la población y mato a una gran cantidad de personas que habitaban el lugar; el1 de septiembre de 1775 “entre Punta del Sauce y San Bernardo, 16 cristianos perdieron la vida asesinados por los indios, incluido el Comandante Silvano Arrendain de Bengolea, mientras que su esposa y sus cincos hijos fueron llevados cautivos por el malón, de los cuales, cuatro eran niñas. En esa ocasión llevaron a las tolderías entre mujeres y niños a 57 personas. Cometieron matanzas, saqueos, incendios y una impresionante tropa con miles de cabezas de ganado que venían robando, con el cual estuvieron el día completo para hacerlo vadear el río”. Así fue como ocurrían los acontecimientos de la pampa, la zona del Río Cuarto comenzó a despoblarse ante la terrible ferocidad de los malones.

Las tierras de San Bernardo correspondían originalmente a la Merced de los Cabrera y fue el bisnieto del fundador de córdoba que antes de morir deja por testamento las tierras a su nieta Isabel de Cabrera en el año 1689 en la “Rinconada del San Bernardo”. Luego estas tierras fueron hipotecadas y quedaron en posesión del Convento de San Francisco de la ciudad de Córdoba los que construyen en el lugar una capilla en honor a San José, posteriormente el convento vende las tierras de San Bernardo al señor Francisco Bengolea que administra hasta su muerte la estancia de San Bernardo y se dedica criar vacas y mulas en 1776 fallece y es enterrado en el cementerio pegado a la capilla del lugar.

En 1782 se conoce que en este lugar había 203 personas viviendo las cuales fueron censadas, y en el año 1785 se levanta el Fortín de San Bernardo para dar mayor seguridad a la población y al camino de carretas que era siempre amenazado y arrebatado por los indios.

No era fácil la vida en ese lugar los grandes malones entraban por el oeste de Río Cuarto y llegaban en sus invasiones hasta la Lagunilla, actual Olaeta, y en ocasiones hasta Ucacha y desde allí volvían con grandes tropas de ganado que arreaban hacia Leubucó, al río Cuarto lo cruzaban siempre por el “Paso del Durazno” que era el lugar más adecuado y desde ahí continuaban el camino con todas sus tropas de hacienda robada y se la tiraban arriba al primer pueblo que encontraban para luego saquearlo y este era el pueblo de San Bernardo, que se convertía en “la yapa” de las grandes invasiones, por lo cual le fue muy difícil sobrevivir, asimismo las guerras civiles también hicieron estragos comprometiendo la permanencia de esta población y eso se produjo en el año 1821 con la invasión de José Miguel Carreras en la región y en 1831 con Facundo Quiroga por el sitio y combate de Río Cuarto.

Los Bengolea que sobrevivieron a las invasiones, porque varios de ellos fueron muertos o cautivados, abandonaron aquella estancia y se fueron rumbo a San Nicolás de los arroyos llevándose consigo casi todos los ornamentos de la iglesia San José que había sido vice parroquia del curato de Río Cuarto y desde ese momento aquella iglesia queda en absoluta decadencia.

Lo mismo que su cementerio en el año 1840 re realiza un nuevo censo y en san Bernardo se registran solamente 59 pobladores de los casi 300 que existían, la iglesia no funcionaba y el cementerio estaba abandonado el apogeo de aquel lugar había concluido, ya no paraban las carretas ni existían las estancias pobladas solamente quedaban algunos ranchos miserables en la margen sur del rio mientras que en la margen norte había grandes barrancas que la erosión del cauce de agua por siglos había producido. Fue en San Bernardo que habitaron muchas familias hidalgas descendientes de españoles con títulos de nobleza, esa fue tierra de descendientes de Cabrera, Bengolea, Olguin, Garay, Balmaceda, Cabral…, entre tantos otros.

Pue en San Bernardo donde el virrey del Rio de la Plata hace instalar el “Puesto de sisa”, (primer aduana que existió en estos territorios) para cobrar peaje a la yerba que venia del Paraguay y se trasladaba a Cuyo. Pero también por San Bernardo pasaban cargadas las tropas de carretas con vino, aguardiente y frutas secas que volvían de Cuyo hacia Buenos Aires. El primer jefe del puesto de sisa que existió en el lugar fue el Maestre de Campo Vicente Funes, que era el abuelo del Dean Gregorio Funes , conocido en nuestra historia nacional.

San Bernardo un lugar lleno de historia, hoy solamente queda en el lugar del pueblo un legendario ombú en la esquina de un campo propiedad de una congregación religiosa, pero en el pasado y seguramente durante más de un siglo y medio desde 1700 a 1850 existió este lugar cargado de peligros pero también de esperanzas y progreso.

Walter Bonetto
19 de marzo de 2017

Fuentes consultadas: “El Malón en el Sur de Córdoba” Edilio Ricardo Pigatto. Ediciones del Corredor Austral- abril 2007- Pág. 33- “La frontera de la región del Río Cuarto”. María Rosa Carbonari UNRC. Datos históricos de la Biblioteca Capilla Sagrado Corazones de la ciudad de Río Cuarto.

viernes, 3 de marzo de 2017

FALENCIAS EN LA JUSTICIA

Pasa algo en Argentina, y es grave; gran parte de los ciudadanos no creen en la justicia y esto es una enfermedad que disloca a la república y entorpece a la democracia. Días pasados se conoció la condena en prisión de “cuatro meses de cumplimiento efectivo” que impuso un tribunal oral a un ciudadano porteño por robar una caja con conitos de chocolate. Seguramente no es objetable la acción, será correcta, pero indudablemente que este hecho comparado con los grandes ladroneos denunciados en este país producto de la corrupción y sin acción efectiva de la justicia se torna absolutamente vergonzoso y causa irritación.

Personas muy calificadas y especializadas en leyes objetan constantemente a la justicia por su inadecuada inactividad o lentitud, lo cual perjudica de manera significativa al sistema democrático del país y contribuye al descreimiento de muchos ciudadanos que son honrados y trabajadores, además quieren protagonizar a una nación con futuro.

Salvo casos muy puntuales, los grandes denunciados de corrupción, sus protagonistas o sospechados están libres y argumentan rápidamente “ser perseguido políticos”, cosa generalmente absurda y risueña ante semejantes falencias y tremendas falta de honestidad de muchos funcionarios y gobernantes; ante esta situación se crea un descredito en la sociedad, pero es la justicia que se debe calzar los pantalones largos y no dejarse influenciar por lo político. Si esto ocurriera así, nuestro país avanzaría y el futuro sería más promisorio, caso contrario se genera un aplastamiento y una mediocridad que hace perder la fe en el trabajo y el sacrificio, por lo tanto es necesario que la justicia encierre a los ladrones y no deje pasar tanto tiempo, porque esta situación agobia y asfixia.

Los ladrones deben pagar sus actos delictivos sin interesar el color político porque todos los ciudadanos somos o debemos ser iguales ante la ley pero parece que esto no ocurre en nuestra nación lo que es algo lamentable. Precisamos que nuestra justicia corrija el rumbo y haga cumplir las leyes de nuestra constitución nacional en todos sus aspectos. Precisamos creer en la justicia.

Walter Bonetto
3-3-2017

MANSILLA EN RIO CUARTO (segunda parte)

Como ya fuera expresado en la nota anterior, Mansilla llega Río Cuarto en el año 1869 cuando la Villa contaba con 5500 habitantes y eran muchas las esperanzas de los pobladores por el temor que sentían ante las invasiones de los indios que causaban desolación y muerte. Rondaba en el ambiente que el nuevo Comandante de Frontera era un militar muy valiente y capaz, venía de la Guerra con el Paraguay y tenía fama de hombre muy culto.

El Presidente Sarmiento le había indicado que le diera el apoyo a los frailes misioneros, especialmente al padre Marcos Donati, que quería entrar en el territorio indio para evangelizar y ya había tomado contacto por carta con el cacique Mariano Rosas. Mansilla tomó de buen gusto ese pedido del presidente de la nación; cuando llega Río Cuarto, en sus primeros días fue conocer a los padres misioneros, para luego recorrer toda su jurisdicción y visitar cada fortín y cada pueblo de la región, además comienza a trabajar con gran dedicación para organizar las actividades de la comandancia y mejorar la disciplina e instrucción al personal, la cual estaba muy relajada.

Era un hombre muy dinámico contagiaba entusiasmo en sus labores y demostraba buena autoridad, generaba relaciones muy activas con las autoridades y trabajó muy significativamente para lograr un vínculo constante con los caciques de la pampa. Su objetivo era trasladar la frontera al río Quinto, conocer el territorio y las costumbres de los pueblos aborígenes, para eso comenzó convocando a los caciques a Río Cuarto, para lo cual instaló una carpa adecuada para albergarlos cerca del arroyo del bañado en donde pasaron varios días de negociaciones, en esa ocasión los indios fueron espantados por un brote de viruela que aparentemente ya traían consigo. Quedó en lugar un solo indio enfermo, los demás habían muerto y otros abandonaron el lugar, Mansilla ordenó que lo trajeran a la comandancia, pero nadie deseaba cumplir esa orden, entonces el comandante mismo fue al rescate del indio afectado y se encontró que era el capitanejo Linconao, hermano del cacique Ramon, lo tomó en sus brazos, pese a que estaba moribundo y con gran avance de la viruela por todo el rostro, lo cargó en un carro trasladándolo a la comandancia en donde le procuró intensiva atención médica y cuidado lo que logró que a los meses Linconao se mejorara y fuese repuesto. Esto le dio a Mansilla un gran ascendiente sobre los caciques que decían “ese Coronel Mansilla ser hermano nuestro, ser cristiano toro”, lo que también hablaba del valor y la solidaridad de este hombre.

El 30 de marzo de 1870, cumpliendo con su objetivo El Coronel Mansilla parte desde la Villa de la Concepción de Río Cuarto junto a los sacerdotes franciscanos Marcos Donati y Moises Álvarez, además de un reducido grupo de soldados sin armas, van hacia el corazón del territorio de los Ranqueles.
Mansilla quería entrevistarse con Mariano Rosas máximo cacique en Leubucó, dado que había algunos episodios que dañaban este posible vínculo, especialmente cuando Mansilla asumió la Comandacia le hizo degollar en la plaza un caballo blanco que le había enviado de obsequio al boticario y le envió a los toldos la cabeza del animal, entendiendo que esa acción del cacique era irrespetuosa hacia el Comandante de Frontera.
La excursión al territorio indio fue, aunque en algunos aspectos compleja, en general muy fructífera por toda la información obtenida, que el mismo Mansilla plasma en su libro describiendo realidades lacerantes sobre la relación del indio y del gobierno argentino.
Al regreso de aquella excursión que duró algo menos de veinte días tuvo que afrontar un juicio por haber ordenado el fusilamiento de un soldado desertor aparentemente sin juicio previo. Mansilla fue retirado de Río Cuarto, afrontó un concejo de guerra y fue destituido.
Por orden del Presidente de la República Domingo Faustino Sarmiento; el Coronel Mansilla es suspendido en su cargo militar, sometido a información y trasladado de Río Cuarto. Un grupo de vecinos de todo el Departamento enviaron una extensa nota al Presidente indicando los progresos en la Frontera Sur por la labor de Mansilla y solicitando que se lo ascendiera de rango por tan meritorio trabajo.
Sarmiento no dio lugar, respondiendo a los peticionantes que “no es así como funciona el ascenso en el ejército, y que el Coronel Mansilla no había hecho más que lo que el deber le imponía”. El Presidente lo destituía en virtud de que Mansilla había mandado a fusilar a un desertor sin juicio previo, y además había dado repuesta a sus superiores ante el reclamo que le efectuaron por esta actitud, de manera impertinente y con menosprecio a la autoridad del gobierno.
Mansilla fue retirado de Río Cuarto, afrontó un concejo de guerra y fue destituido como Coronel del ejército. Con los años los tiempos cambiaron y fue restituido y ascendido a General y ocupó distintos cargos de gobierno en el país y el extranjero. Murió en Francia a los 82 años cuando ya estaba en soledad dado que había muerto su esposa y sus hijos.
Un amigo argentino que lo visitó por aquellos últimos días vio al viejo general que se le derramaban las lágrimas al querer mostrarle uno de los más atesorados recuerdos de su vida cuando sacó de un cofre el poncho que le había regalado el cacique Mariano Rosas en ocasión que lo visito en Leubuco. El había notado con sus manos, porque estaba ciego, como dicha prenda había sido comida por la polilla, lo que realmente le entristeció el corazón. Mansilla se había destacado como escritor, periodista, político, diplomático y como un hombre de gran cultura y valor humanístico capaz de comprender y respetar los pueblos aborígenes, lo que fue un verdadero ejemplo.
Walter Bonetto
3-3-2017